Antes que nada quiero anticipar que este es un post personal. Ayer, 10 de octubre, se cumplieron dos años de estar viviendo en Chile y quiero compartir algo de lo que voy aprendiendo de esta experiencia.
En el primer viaje que hicimos a Santiago tuvimos que completar unos papeles con nuestros datos. Yo había renunciado hacía poco a mi trabajo de Buenos Aires para poder venir, y donde el formulario decía "ocupación" no sabía qué poner... dudé un poco y entre risas escribí "artista". En cierto modo fue el comienzo de un nuevo yo, y lo que quiero decir con esto es que la expatriación te da la oportunidad de reinventarte. Cuando vivís en tu lugar de siempre es muy difícil cambiar (en cualquier sentido), porque todos te conocen y ya estás definido. Al barajar y dar de nuevo, inventas tu propio juego como más te guste. Podes presentarte como quieras, podés ensayar ser la persona que quieras y dejar salir lo que tenías adentro guardado hace tiempo.
Vivir afuera te pone cara a cara con tu pareja. Cuando te alejas de tu familia y amigos aparece un exceso de tiempo a solas al que muy probablemente no estaban acostumbrados. Si tenés un problema, si estás triste, si necesitás ayuda, si extrañás, la única persona para apoyarte es él o ella. En este cara a cara, aparece la verdad sobre la relación. Aprendes mucho sobre el otro, sobre vos, y descubren la fortaleza del vínculo. Si es frágil, puede romperse y cada uno seguir su camino (durísimo, pero estoy convencida de que es mejor saberlo cuanto antes). Si el vinculo es bueno, se fortalece, se vuelve de hierro, se hace invencible.
Cuando estás en tu ciudad de siempre, el tiempo libre se llena automáticamente de programas que van apareciendo: cumpleaños, bautismos, partidos, cenas, reuniones, casamientos, etc. Al irte, te encontrás de pronto en fines de semana eternos, iguales, vacíos, y donde hay que pasar las horas de alguna manera. ¡Es cuando surgen algunos de esos encontronazos con la pareja! En este "buscar algo para hacer" probamos nuevos pasatiempos, y vamos eligiendo lo que mas nos gustan. Nadie nos organiza el fin de semana, nosotros elegimos qué hacer, sin condicionamientos. De esta manera descubrimos realmente quienes somos, como personas individuales y como familia.
Todo este aprendizaje sobre uno mismo y sobre el otro no puede ser en vano. Nosotros tenemos intención de volver pronto a Buenos Aires y recuperar los eventos sociales con familia y amigos, pero sabemos que queremos capitalizar algo de esta independencia: recordar lo que nos gusta hacer, pasar tiempo solos como pareja, y elegir nuestra propia dinámica familiar. Que no sean otros los que decidan cómo vivimos.
Hoy lo único que sabemos sobre nuestro futuro es que todo el 2017 vamos a seguir acá, en Santiago. Ojalá luego surja alguna buena propuesta para volver, pero mientras tanto estamos abiertos a lo que pueda pasar y a seguir enriqueciéndonos interiormente con esta experiencia.
Esta vez mi balance estuvo muy centrado en lo personal y familiar. Hay muchísimo que decir sobre lo que uno aprende de las culturas, del respeto, y de valorar las virtudes de cada país. Pero quedará para otra oportunidad...
Gracias por leerme!