A Lidia le encanta el color. Y se nota, porque su casa está llena de colores, desde un mural gigante en la entrada hasta paredes rojas y canteros explotando de alegrías del hogar de todas las variedades.
Pero había un rincón de su patio que no le gustaba nada: al lado de la cocina tenían los tachos de basura (dos, para separar los residuos, muy ecológicos) y las escobas, y no había otro lugar donde ponerlos.
Me contactó cuando vio las fotos de
mi mural, un poco con la idea de pintar algo en su pared que disimulara o alegrara esa parte que no le gustaba. Charlando y pensando, la idea mutó a esto: corrimos los tachos a otro lugar donde quedaban semiocultos por unas plantas, y para taparlos por adelante pinté un macetero largo y lo llené de plantas. Así, los tachos siguen estando cerca de la cocina, se pueden levantar las tapas para meter y sacar las bolsas, pero tienen mucho menos protagonismo.
En el otro rincón, reemplazamos los palos de las escobas por nuevos, y las ordenamos en un perchero, ocultando la parte de abajo con otro cantero colorido. También pinté dos macetas cúbicas para reemplazar unas que necesitaban cambio. Por último, in-situ, improvisé unos detalles para hacerles a dos maceteros que estaban ahí, para que formaran parte del conjunto. Acá están, la blanca que contiene la huerta de los chicos quedó como un monstruo con 7 ojos que miran de coté:

En este tema estuve el último mes y medio. Ya saben que tengo otro trabajo, mi "verdadero trabajo" full time todos los días, así que mi "trabahobbie" lo hice en fines de semana y ratitos sueltos. Fue agotador, pero lo disfruté muchísimo. Llegaba a casa, me ponía el "pintorcito", me fugaba a la terraza con los pinceles, y allá arriba el tiempo volaba. Todo salió redondo, la clienta no pudo ser mejor, confió en mí cuando no tenía ninguna referencia mía más que mi blog, y fue puro entusiasmo y "dale para adelante" a todo lo que le propuse. Ella contenta, hijos contentos, marido dio su aprobación... yo chocha.

El sábado pasado fue "la entrega": cargué el auto hasta la manija con maceteros, plantas, tierra y herramientas, y pasé la tarde en lo de Lidia acomodando la carga, plantando, trasplantando, taladrando y pintando. El solazo pegaba fuerte, así que terminé filtrada, pero con esa sensación -que todavía me dura- como cuando rendís el último examen del año y te va bien... saben de qué hablo, ¿no? Volví a casa, ducha fresca, pedimos sushi, en tele estaban dando Amélie... y fui feliz.